Mi mamá no sabía preparar el Cerelac

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Aquí, mientras desayuno algo rápido un día ajetreado, antes de volver a salir, hago una confesión:

¡Estoy desayunando un vaso de Cerelac*, y me parece que está rico!

Los que no me conocen seguramente no encuentran nada raro en esa frase, con excepción de que mi desayuno conste únicamente de eso. Sin embargo, los que me han conocido un poquito, saben que desde niño nunca oculté mi desprecio por semejante patuque de los demonios. Ni de niño, ni mucho menos de adolescente fui amante del Cerelac, de hecho lo aborrecía al punto de poner cara de asco cuando preparaban eso en mi casa y verlos a todos tomándolo como si fuese ambrosía. No lo tomaba y mi madre cuenta que ni siquiera de muy pequeño lo toleraba.

Ahora que lo he explicado, se entiende el verdadero horror de la confesión previa. Y estoy seguro que se preguntarán qué ha sucedido en mi vida, qué alienígenas me han abducido para haber llegado al punto donde un vaso de Cerelac conforma mi entero desayuno y que además me parece sabroso.

En primer lugar, debo mencionar a Herbalife. Aquella época dorada de mi vida donde podía costear los productos sin poner en riesgo el mercado mensual, y donde un batido era mi desayuno 6 de cada 7 días de la semana. El sabor de los batidos no era nada espectacular pero se dejan tomar bastante bien, sobre todo si uno los sabe preparar bien. Eso explica porqué puedo tomar un batido de desayuno y que para mí esté bien. Cosas de comer balanceadamente y pocos excesos para no caer en la gordura y menos en la obesidad, es decir, tratando de no morir de un infarto ni volverme un inútil.

Pero en segundo lugar, como llegué a tomar Cerelac, no se si tiene que ver con mi vejez o con la historia de un día que me mortificaba un hambre atroz. Ese día andaba con Mariale por uno de los supermercados del pueblo, y vi que había una promotora de Nestlé preparando algo. Al acercarme noté que era Cerelac, y la chica lo preparaba mientras había algunas personas esperando para probar. La vi más por curiosidad que por otra cosa preparar el batido que otrora me provocara tanta repulsión, y al terminar me ofreció un vasito para probarlo. Estuve a punto de hacer lo que en cualquier otro momento hubiera hecho, rechazarlo cortésmente; pero ese día, tal vez motivado por el hambre, lo acepté.

Me tomé el contenido del vasito de un trago y mi sorpresa fue que no me pareció asqueroso. Tampoco me pareció glorioso pero, tratándose justamente de Cerelac, con que me lo pudiera tragar sin sentir asco estaba bien. De hecho, fue la consistencia del batido lo que siempre me produjo naúseas y ese no estaba como lo recordaba de toda mi vida: un patuque a pocos mililitros menos de líquido para ser una papilla. El que me ofreció aquella promotora tenía una consistencia bastante parecida al batido de herbalife, y un sabor que, si bien no estaba glorioso, era como tomarme uno de los otros preparado rápidamente.

Por otro lado, mi hija toma Cerelac desde que tiene edad para tomar eso. Antes tomaba Nestum (un producto similar pero para lactantes). Porque aunque a mí no me gustara, no había razones para que ella no lo tomara o comiera en papilla (preparado siempre por su madre, porque yo hubiera vomitado). Así que en mi casa siempre hay Cerelac disponible aunque yo no lo tomara.

Un día, por estar apurado y querer comer cualquier cosa de desayuno, decidí preparar un batido de Cerelac muy parecido al que preparó aquella promotora, con cierta técnica que usaba para preparar mis desayunos de Fórmula 1 de herbalife. Quedó bebible, pasable y con la consistencia deseada. Nada parecido a los engrudos que preparaba mi madre, que odié durante gran parte de mi vida y que a todos en mi casa les gustaba tomar, especialmente a mi padre. Eso me lleva a concluir que simplemente, mi mamá no sabía preparar el Cerelac**. Años de padecimiento por la ignorancia que le debo.

Que tengan un buen día.

* Cerelac
** El resto de las habilidades culinarias de mi madre
si son muy buenas. En especial el pan de jamón.